Poder popular

¡De todas partes vienen sangre y coraje!

Con un creciente nivel de organización se desarrolla la solidaridad de las trabajadoras y los trabajadores. Nuestra empatía no necesitó de decretos, ni campañas bien pagas con estéticas marketineras.

Los sindicatos luchan en varios frentes: organizan canastas solidarias para sus compañeros y compañeras en seguro de desempleo, despedidos, sin changa, a la vez que organizan ollas populares y luchan en negociaciones con las patronales por condiciones laborales seguras.

Los clubes de barrio, organizaciones sociales barriales, referentes barriales, Comité de Bases, familias, jóvenes que se sienten convocados a poner el cuerpo con responsabilidad, recolectan alimentos no perecederos, artículos de higiene y luego los distribuyen entre las familias que necesitan soluciones para ayer.

El “aislamiento social” y la “medidas sanitarias necesarias” para desarrollar las tareas de forma segura, fuerzan al máximo la necesidad de aprender nuevas formas de encontrarnos colectivamente para organizarnos y organizar tareas, planificar y luego llevar adelante la militancia.

Las reuniones colectivas por video llamadas u aplicaciones solo de voz o incluso en grupos de whatsapp nos exigen niveles de escucha, de paciencia y concentración enormes y lo estamos logrando.

El bloque social popular organizado nunca paró, la vio de lejos, porque tiene memoria y tiene reflejos, esos que muchos dieron por perdidos.

Rápidamente se puso a trabajar, a crear, a re planificar, reordenar recursos, contactar, articular.

Desde la vecina de Santa Catalina, al PIT CNT, desde las maestras y maestros que sostienen las viandas en la Escuela Pública, al Club del Barrio que abre sus puertas para que se organice la olla popular; la solidaridad de clase se fortalece y se materializa en cientos de platos de comida y canastas.

Y si en el plano de lo material, la lucha es por la subsistencia, en el plano subjetivo, la lucha es por el relato del presente, porque será el relato que resulte hegemónico al salir de esta excepcionalidad tan significante, el que definirá las condiciones subjetivas para que el pueblo salga fortalecido en su unidad y conciencia para enfrentar el “día después”.

Hasta el momento, los gestos del gobierno hacia una comprensión de la crisis económica, que a las claras supone una disparada en la inseguridad alimentaria de miles y miles de uruguayos y uruguayas, son confusas, contradictorias e injustas. Son además políticas, aunque sus bocas repitan el relato de “gobernamos, no hacemos política”, la decisión de rebajar los salarios a trabajadoras y trabajadores públicos y no tocar los grandes capitales o exoneraciones tributarias, es política y es de clase, la suya.

La nuestra avanza por lo bajo, tejiendo redes de solidaridad. Se organiza en torno a la tarea. Y verá los frutos de su esfuerzo, de las manos acarreando paquetes, preparando el fuego, pelando las papas, pintando carteles, diseñando volantes, redactando documentos, planes, desarrollando cultura popular, de resistencia y de avance, tomando conciencia de su capacidad, del valor de su unidad y de todo lo que sabe.

Y ese saber, que anda despabilado, agarrando impulso, se retroalimenta, se profundiza y deja de esperar.

“Como un viento que arrasa, van arrasando

Como un agua que limpia, vienen limpiando”

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