Mundos posibles
Neil deGrasse Tyson volvió con COSMOS a continuar en una tercer temporada la tarea de divulgación científica de masas que comenzaran Carl Sagan y Ann Druyan a mediados de los 80´s. En el primer capítulo de la actual “Mundos posibles” ingresa a los “Salones de la Extinción”, una construcción ficticia que homenajea “a todos los seres vivos perdidos en los eventos de extinción masiva en la historia de la Tierra. Un monumento a las ramas quebradas del árbol de la vida”. “Cinco veces en la historia de la vida, eventos geológicos y astronómicos catastróficos amenazaron con extinguir la vida misma. El sexto es distinto. La última vez que estuvimos aquí (temporada con Carl Sagan) no tenía nombre. ¿Por qué? Porque para entonces todavía no había un consenso científico de que estábamos en medio de un evento de extinción masivo. Eso cambió. Ahora este salón tiene nombre. Es nuestro, el Antropoceno.”
La comunidad científica alentada por geólogos y climatólogos colocan un reciente concepto para definir qué edad de la tierra estamos transitando. Lo denominaron Antropoceno. La edad de los humanos. Edad caracterizada por los cambios acelerados que sufre la Tierra por la intensa y descontrolada intervención humana. Los científicos plantean que este cambio de edad geológica comienza con la revolución industrial de fines del siglo XVIII. El impacto del nacimiento del capitalismo en el planeta ha dejado marcas significativas en la salud de nuestro mundo. Calentamiento global, efecto invernadero, contaminación, desequilibrio ecológico, crecimiento en los niveles del mar y fundamentalmente la pérdida progresiva de biodiversidad. La hermosa singularidad de la vida en este rincón del universo cursa ruta de única mano condicionada por un sistema de explotación que no la respeta y la condena a la extinción de las especies. El desafío histórico hoy sin duda es modificar su rumbo en defensa de la vida. En esta baldosa del calendario de la historia, el acumulado de especies extintas es superior a las que aún sobreviven, a causa de la evolución y la selección natural sí, pero fundamentalmente en esta época por la acción depredadora del hombre y sus crímenes contra el medio ambiente recortando a su paso las posibilidades de adaptación del reino animal y vegetal al punto de agotarle alternativas de supervivencia. La enfermedad que azota a la tierra está fundada en la alteración del todo, producto de una política salvajemente ambiciosa de explotación y apropiación concentrada de los recursos naturales.
Syukuro Manabe y James Hansen (cada uno en su tiempo y uno complementando el trabajo del otro) predijeron el cambio climático por interferencia humana con aumento de 2 grados en la temperatura de la tierra por el exponencial lanzamiento de CO2 (dióxido de carbono) a la atmósfera. Las consecuencias tendenciales inmediatas han sido lamentablemente comprobadas. Fuerte afectación de la circulación oceánica, deshielo progresivo de los polos, sequías, inundaciones e incendios. El clima global es sensible a la acción de la actual civilización y su sistema hegemónico. Si la tendencia se solidifica, los eventos esperables se presumen devastadores. ¿Asistimos a un punto de no retorno, o estamos a tiempo de revolucionar el vínculo de nuestra especie consigo misma y con la naturaleza?
Somos una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.
Hace 30 años el ingenio humano fue capaz de fotografiarnos desde la frontera del Sistema Solar, a más de 6 billones de kilómetros de distancia. El 14 de febrero de 1990, la sonda robótica espacial Voyager 1 (lanzada en septiembre de 1977, y que alcanzó el espacio interstelar en 2014) apagó sus cámaras para siempre con el fin de ahorrar energía, pero, media hora antes, el dispositivo capturó 60 imágenes que posteriormente serían bautizadas como “El retrato familiar del Sistema Solar”. Entre las tomas fotografió a nuestro planeta y nos registró entre la vasta inmensidad del universo. Esa foto, invadida por la aberración lumínica del sol, es considerada una de las imágenes astronómicas más importantes en la investigación científica del universo. Desde allá la Tierra no era más que un “frágil punto azul pálido” (pale blue dot) suspendido en la inmensidad del Cosmos. La sonda Voyager estaba tan lejos de nosotros cuando se capturó la imagen, que la Tierra ocupa solo un 1.2% de un pixel. El propio Carl Sagan fue partícipe del proyecto Voyager y explicó lo que significaba esa foto con esta reflexión:
“Mira de nuevo ese punto. Eso es aquí. Esa es nuestra casa. Esos somos nosotros. Ahí están todos los que amas, todos los que conoces, todos de los que has oído hablar, todos los seres humanos que alguna vez fueron. El conjunto de nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones, ideologías y doctrinas económicas. Cada cazador y cada recolector, cada héroe y cada cobarde, cada creador y cada destructor de civilización, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada hijo esperanzado, cada inventor y cada explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y cada pecador en la Historia de nuestra especie vivió ahí, en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol. La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre derramados por todos esos generales y emperadores para que pudieran convertirse en maestros momentáneos de una fracción del punto. Piensa en las infinitas crueldades cometidas por los habitantes de una esquina de este píxel sobre los habitantes apenas distinguibles de la otra esquina, cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ansiosos por matarse unos a otros, cuán fervientes sus odios. Nuestra importancia personal imaginada, el engaño de que tenemos una posición privilegiada en el Universo, se ven desafiados por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es una mota solitaria en la gran oscuridad cósmica. En la oscuridad no hay indicios de que venga ayuda de otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay otro lugar, al menos en el futuro cercano, al que nuestra especie pueda migrar. Nos guste o no, por el momento la Tierra es el único lugar del que podemos hacer nuestra casa. Quizás no haya mejor demostración de la locura de las miserias humanas que esta imagen distante de nuestro pequeño mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos más amablemente el uno con el otro, y preservar y apreciar el punto azul pálido, el único hogar que hemos conocido.”
El universo impone una arquitectura material profundamente hostil a la posibilidad de la vida, somos una particularidad extremadamente rara, probablemente no única, como proclaman las matemáticas y el personaje de Jodie Foster en Contacto «Si fuéramos los únicos en este Universo, sería un gran desperdicio de espacio». La astrofísica en la que se basa el personaje de Contacto, Jill Tarter decía en una entrevista consultada sobre le proyecto SETI de búsqueda de señales de vida inteligente en el universo: “El descubrimiento de vida inteligente más allá de la Tierra erradicaría el sentimiento de soledad que invade a nuestra especie”. Pero hoy la evidencia dice que estamos solos. Por más programas de pseudo canales de historia dedicados a panfletar teorías sin sustento científico adjudicándole la asombrosa pericia humana a seres de fantasía. La experiencia singular de la vida se expresa sólo en nuestro planeta, solo acá. ¿Que derecho tiene el capitalismo a ponerla en riesgo definitivamente? Ninguno.
Bienvenidos al desierto de lo real.
En la popular película ciberpunk, Matrix, el agente Smith (un programa de seguridad virtual diseñado para cazar rebeldes) interrogando a Neo (personaje que hace el camino del héroe hasta asumir su papel en la desarticulación de una realidad digital montada sobre la ilusión de la felicidad para encubrir el verdadero rostro de un mundo post apocalíptico donde la raza humana es esclava de las máquinas) le dice «…quisiera compartir una revelación que he tenido durante el tiempo que he estado acá. Me llegó cuando traté de clasificar tu especie: Me di cuenta que realmente ustedes no son mamíferos. Cada mamífero en este planeta desarrolla instintivamente un equilibrio natural con el ambiente que lo rodea, pero los seres humanos no. [Los humanos] se trasladan a un área, y se multiplican, y multiplican, hasta consumir cada recurso natural. La única forma de sobrevivir es instalarse en otra área. Existe otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón: El VIRUS. Los seres humanos son una enfermedad, un cáncer para este planeta, una plaga…». No le voy a pedir marxismo al sr Smith, pero se le escapa un detalle determinante para su tesis y es que, la historia de todas las sociedades, con excepción de la del comunismo primitivo (donde los medios de producción eran de propiedad colectiva y las fuerzas productivas muy escasas), es la historia de la lucha de clases. Y en ese contexto el comportamiento de las civilizaciones, ha sido consecuente con el desarrollo histórico de los modos de producción y su vínculo con la naturaleza y la vida. En esta época, la voracidad del capitalismo tiene al único mundo habitable contra el paredón de la existencia como nunca antes se había experimentado.
Existe un vínculo interesante de visualizar entre los planteos de los geólogos sobre el cambio de edad y la geopolítica imperialista. La devastación de las selvas, la minería a cielo abierto, la explotación de minerales, la destrucción de ecosistemas, y la extracción de petróleo, entre otras actividades de apropiación agresivas, como si fueran fuentes inagotables de recursos, son ejemplos claros del papel de la violencia que ejercen las grandes corporaciones trasnacionales contra el planeta y sus habitantes.
El repliegue circunstancial de la actividad humana en este contexto actual de pandemia mundial le ha dado respiro a la naturaleza y ésta comienza a recuperar los espacios de donde fue expulsada por el hombre. En estos días el planeta ha sentido la pausa de nuestra actividad. Tomando palabras de los hermanos Wachowski a través del Sr Smith se podría decir que la plaga se replegó por una plaga creada por ella misma. Los animales han salido a las calles de las grandes ciudades. Osos en Australia (después de los salvajes incendios producidos por el calentamiento global y que tuvieron como consecuencia la muerte de más de 800 millones de animales), pumas en Santiago, siervos en el sur argentino, pavos reales en Barcelona, zorros y coyotes en EEUU, la vuelta de los peces a los canales de Venecia y ni hablar de las ciudades tropicales. La fauna antes expulsada recoloniza lo que también le pertenece durante el paréntesis de prepo que impone la cuarentena.
Para este escenario de paranoia mundial sobre el COVID-19 (no voy a extenderme sobre esto, en RESISTENCIA hemos producido material de debate sistemático sobre la temática) se esgrimen varias hipótesis sobre la reacción del imperialismo norteamericano frente a la pérdida de terreno hegemónico contra el creciente poder de China que obliga a una nueva reconfiguración del orden mundial, con distintas perspectivas, fines e intereses antagónicos. La idea de una guerra intencional biológica, la creación de un virus de laboratorio de características altamente infecciosas que arrasa con población de riesgo en el mundo entero, no es algo que podamos asegurar por falta de comprobación científica, pero como decía el Che, no hay que confiar en el imperialismo ni un tantito así.
Entonces, asistimos a una nueva edad del planeta, afectada por la acción irresponsable de un sistema conducido por una clase hegemónica que dirige al mundo a punta de explotación, miseria, exclusión, guerra, saqueo de los recursos naturales e infección biológica, llevándonos al borde de un abismo definitivo. Estos cambios en los ecosistemas, más lo que heredaremos al término de la crisis sanitaria, ¿tendrán su correlato en un cambio radical del sistema económico, social y cultural dominante? Tomando en cuenta estas premisas, ¿de quien depende la autodefensa necesaria para la supervivencia y construir una alternativa superadora de esta maquinaria parasitaria que estrangula toda posibilidad de vida digna, donde nos tratemos amablemente, apreciando y preservando el “pálido punto azul” bautizado por Sagan? ¿Se hará cargo de tamaña impunidad el discreto encanto de la burguesía -al decir de Buñuel? La gran burguesía, responsable absoluta de esta encrucijada, no se levantará un día arrepentida a redimirse, ni va a socializar el poder entregando los medios de producción o liberando las fuerzas productivas en favor de la humanidad, no lo hará voluntariamente nunca. Esa mínima minoría de saqueadores que amasa el poder del mundo bajo ningún concepto estará dispuesta a perder sus privilegios. Por tanto no podemos esperar que el capitalismo se derrumbe por el peso de sus propias contradicciones sin la incidencia decisiva y revolucionaria de las masas en la disputa del poder.
El único sistema (con la particularidad de cada caso) que le está dando respuesta de contención y solución a la pandemia, es el socialismo. Varios intelectuales de renombre mundial hoy esgrimen argumentos sobre un mundo poscapitalista como resultado posterior a ésta crisis mundial. ¿Qué sistema es ese que prevén? ¿El de Mad Max? Si no se pone arriba de la mesa el problema del socialismo como alternativa al capitalismo, se asume la barbarie como único destino posible.
En caso de emergencia, volver a los clásicos. Tareas de la época.
El capitalismo es responsable de la agresión a la tierra al punto de provocar condiciones para su cambio de edad. Responsable del deterioro ecológico y medioambiental al punto de provocar severas transformaciones en el clima. Responsable de la crisis sanitaria global. Responsable de la explotación de la inmensa mayoría de la humanidad. En síntesis, el capitalismo es el enemigo número uno de la vida, del planeta y (hasta que se demuestre lo contrario) de la vida en el universo.
Hoy la tarea fundamental de autodefensa de la vida pasa por ser profundamente anticapitalistas, antioligárquicos y antimperialistas. Combatir este esquema de opresión, con la clase obrera organizada, las mujeres, los campesinos, los intelectuales, con las particularidades de cada lugar, de cada cultura, de cada historia local, dando batalla para cambiar al mundo de raíz.
El capitalismo pagará finalmente sus crímenes contra la humanidad y nuestro planeta, el día que sea enterrado para siempre de la historia.