Cultura. Vínculo material entre clase y nación

Por Iñaki Gil de San Vicente, Resumen Latinoamericano, 28 de febrero de 2025.

foto: Benjamín Disraeli, en las antípodas del pensamiento de Marx.

Nota: Texto escrito para la revista Tanyada, sello editorial vinculado
a Endavant (OSAN). Puede leerse en catalán en https://tanyada.cat,
número dedicado a la lengua, cultura y liberación nacional de clase:
Lligan material entre clase i nació.

¿Cuáles pudieron ser los vínculos materiales que sostenían la autoconciencia de las
comunidades preclasistas no rotas internamente por la propiedad privada? ¿Cuál era la
dialéctica que tensionaba los vínculos sociales hasta romperlos entre quienes
monopolizaban la propiedad privada y quienes carecían de ella? ¿Cómo la propiedad
privada fue creando sus propios vínculos de poder y cómo fue destruyendo los de las
clases explotadas que aún conservaban utopías que recordaban tiempos de comunidad
de bienes? ¿Se mantenían los vínculos materiales pese a esas rupturas, cambiaban o
desaparecían?
Según Marx, en las sociedades preclasistas el lenguaje era el «ser comunal que habla
por sí mismo», es decir, los vínculos son totales porque es la comunidad la que en su
lengua piensa y habla por sí misma. Esta idea va a unida a la definición de cultura que
ofrece Samir Amín: la cultura es la forma de administrar los valores de uso, es decir, en
las sociedades de trueque entre valores de uso, la cultura y la lengua eran partes
esenciales de la producción/reproducción de los vínculos cohesionadores que giran
alrededor de la propiedad común. Esta es una de las razones por las que muchas de estas
sociedades se han resistido a la desesperada a la entrada de la propiedad privada y al
colonialismo e imperialismo.
Los vínculos comunes se rompieron con la opresión de la mujer, lo que se refleja en el
lenguaje, los mitos, las culturas y religiones; de igual modo la esclavización de pueblos
sometidos y de campesinos arruinados del propio pueblo también rompió los vínculos
establecidos, así como el surgimiento de la lucha de explotadores y explotados en el
interior de la sociedad. Era la propiedad privada, el valor de cambio, la economía
mercantil, el dinero, la que rompía los vínculos comunes, pero no los destruía del todo
porque en la cultura popular sobrevivían mal que bien mitos, costumbres, utopías…, de
modo que la identidad asumió esa contradicción. La dialéctica está en el interior de «lo
nacional» especialmente de los pueblos oprimidos. Bajo la propiedad privada existe
«identidad nacional», desde luego, pero es contradictoria en sí misma porque en ella
habita la lucha de clases, está en cambio permanente integrando nuevos sentidos y
abandonando viejas costumbres. De hecho, existen varias identidades nacionales dentro
de una, de la dominante.
El reaccionario Disraeli, contemporáneo de Marx, afirmó que existían dos Londres: el
de los ricos y el de los pobres, que existían dos naciones en una. Para Marx el
proletariado debía constituirse como nación «pero no en el sentido burgués» de la
palabra sino en el sentido obrero, en el de la «nación trabajadora» enfrentada a la nación
burguesa en todos los aspectos mientras crea sus vínculos materiales propios orientados
a la independencia de clase, proceso inseparable de la conquista del poder político
socialista. En su viaje a Londres, Lenin comprendió que Disraeli y Marx tenían razón a
pesar de su antagonismo: dos naciones enemigas, la de Disraeli y la de Marx, dentro de
la misma nación. El primero defendía la opresión de Irlanda, el segundo aseguraba que
su independencia real exigía una reforma agraria radical, la ruptura económica con
Inglaterra, etc., algo que también exigía para la independencia polaca, salvando las
distancias. Pero la reforma agraria así como el resto de medidas sólo se conseguiría con
la lucha de clases interna a la nación oprimida y con la lucha de liberación contra las
tropas de la nación opresora. De nuevo dialéctica pura: dos luchas en una.
¿Acaso no era la nación irlandesa así como el resto de pueblos explotados por el
colonialismo británico, la que sostenía ambos Londres, la que con su sudor, hambre y
emigración hacía que los proletarios ingleses vivieran mejor que los «animales
irlandeses»? ¿Acaso la Irlanda ocupada no estaba dividida entre los ricos
colaboracionistas y la masa campesina perseguida por su independentismo? ¿Qué lucha
entre distintos vínculos contrarios se libraría en Irlanda y Polonia? ¿Qué vínculos
podían existir entre colaboracionistas e independentistas, entre burgueses ingleses e
irlandeses, entre explotados ingleses y explotados irlandeses?
Veamos algunos vínculos materiales explotadores: patriarcado, trabajo doméstico,
cuidados, educación, etc.; migración, esclavismo etno-nacional, racismo, trata humana,
sexo-capitalismo, etc.; explotación asalariada y dependencia vital del salario directo e
indirecto; inversiones, servicios y gastos públicos frente a la privatización generalizada;
opresión lingüístico-cultural, aculturización y desnacionalización; represión del
derecho/necesidad a la rebelión; expolio económico, cultural e intelectual;
endeudamiento, pobreza relativa o absoluta, consumismo contra calidad de vida;
mercantilización de los sentimientos contra libertades sexo-afectivas; el dinero como
deseo único contra el deseo de la revolución; el fetichismo absoluto como cadena
absoluta…
Estas y otras explotaciones bullen en los vínculos que conectan la lucha de clases con la
nación, mediante su unidad y lucha de contrarios. La complejidad de los vínculos es
impresionante: ¿y en los Països Catalans? El nudo gordiano que invisibiliza los vínculos
entre clase y nación, se rompe cuando golpeamos la propiedad privada. Por esto hemos
empezado analizando la historia de la guerra social entre propiedad comunal y
propiedad privada. Ninguna nación será libre si no lo son sus mujeres trabajadoras, si es
racista, si reprime los derechos básicos a sus propias clases trabajadoras, si se beneficia
del saqueo imperialista, nunca será libre si no socializa las fuerzas
productivo/reproductivas.

EUSKAL HERRIA 29 de octubre de 2024

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