Covid19: el virus que habla de la lucha de clases

La pandemia de coronavirus sacudió la alfombra y todo eso que estaba oculto debajo quedó hoy sobre la mesa.

Es que el covid19 no conoce de fronteras, afecta a todas y todos, no discrimina, afecta desde ricos a pobres, en materia de salud tiene consecuencias graves en personas mayores y en aquellas con algún tipo de enfermedad o deficiencia respiratoria. Pero aunque parezca universal, en realidad no es tan así, es más, podemos afirmar que estamos frente a una pandemia con un claro sesgo de clase.

Es necesario que también se analice, aunque sea sin profundizar, a los colectivos que son directamente afectados por la pandemia del coronavirus, acá nos encontramos con las y los trabajadores precarios, que en este momento se encuentran en la primera línea, como son quienes trabajan en la salud, en los supermercados, en los servicios de transporte público, los y las trabajadoras de empresas logísticas, de call centers. Lo que no debemos ignorar es que estas personas pueden poner en riesgo a sus allegados, ya que quizá convivan con personas mayores o con enfermedades respiratorias o algún tipo de inmunodeficiencia que les ubique dentro de la población de riesgo, porque tampoco podemos obviar la lógica del mercado inmobiliario que unido a los bajos salarios llevan a la población, sobre todo joven, a compartir la vivienda, basta ver el costo de los alquileres y la diferencia con los salarios mínimos, alquileres que cada tres años nos tiene con la incertidumbre de un lugar habitacional, incertidumbre que es brutal en el escenario actual.

Muchas trabajadoras y trabajadores no pueden decidir si trabajar o no, porque tampoco la propuesta del teletrabajo, que por más que sea necesaria, no deja de tratarse de una medida al alcance de determinados trabajadores y trabajadoras, y obviamente no es universalizable, ya que hay muchos trabajos para los que no es una opción elegible, trabajos que en muchos casos se basan en el destajo.
Es aquí, que vemos a un amplio sector de la clase trabajadora que se enfrenta a la complejidad de perder su empleo o exponerse a mayores situaciones de riesgo. Mientras por un lado desde el gobierno se llama a aplicar una estrategia de bajar los riegos de contagios al final son las empresas las que deciden quién trabaja y en qué condiciones, algo que por más que la pandemia se extienda no lo cambia.

Las medidas de aislamiento o cuarentena no se viven de igual forma, ya que dependen de los ingresos y condiciones en que se viva. Verse en la obligación de pasar semanas de confinamiento en viviendas pequeñas con pocas condiciones de salubridad, sin la posibilidad de uso individual de habitaciones, evidentemente no es lo mismo que hacerlo en otro tipo de viviendas con dos baños o más, con habitaciones amplias.

Es muy importante tener presente el incremento de las situaciones de tensión y agresiones que se puedan producir en estas condiciones, aumentando el riesgo de ser agravado por la incertidumbre del futuro inmediato, la pérdida del empleo por ejemplo, lo que es especialmente peligroso para mujeres y niñes en casos de violencia machista, la exposición a un ambiente hostil aumenta día a día, más si a la sumatoria le agregamos la suba de las tarifas propuestas por el actual gobierno y la suba del dólar que crece casi que al ritmo de los casos de personas con coronavirus.

Ahora que una pandemia obliga a parar al capitalismo, que evidencia de manera salvaje las lógicas mercantiles del sistema, nuestra respuesta no puede verse en memes y chistes sobre la escasez de alcohol en gel y el papel higiénico, que con el paso de las horas pierden toda su gracia. Es que en las redes afectivas virtuales, más conocidas como redes sociales, donde nos comunicamos con personas amigas y conocidas o personas “amigas” y “conocidas”, vamos evidenciando que también ahí se ve el sesgo de clase. Nuestra respuesta debe verse en la práctica de la solidaridad y de la unidad para organizarnos para no sólo vencer al coronavirus, sino para avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria y para ello es menester enterrar al sistema capitalista.

Si hacemos el ejercicio de revisar los discursos de las personas con alguna cercanía a nosotres, es probable que todes encontremos que hay dos discursos, uno que refiere a aprovechar el tiempo para convertir el living en un cine, limpiar y ordenar la casa, compartir tiempo con miembros de la familia, comer algo rico y hasta tomarse una copa de vino. Por otro lado no hay duda que nos encontraremos con discursos de miedo a contraer el virus, pero más a quedar en la intemperie, teniendo la certeza de que no hay margen para permitirse semanas y meses sin trabajo y más difícil todavía para quienes aún no lo tengan.

Andar por las calles de la capital en algunas horas asusta, ver el vacío de las mismas, ni vendedores de torta fritas quedan, cruzarse patrulleros con policías con tapabocas y ver que en el interior del país el Ministerio del Interior va decretando el toque de queda y los informativos hablan de ello como excelencias en el operativo de contingencia, como si al covid19 se lo detuviera con la represión. Es alarmante como en situaciones en que deberían de tomarse políticas que profundicen en lo humano, se opta por tomar partida e imponer el miedo y llevar adelante recetas de ultraderecha que tienen como objetivo el control de la población. Acá también se ve el sesgo de clase, los patrulleros recorren espacios públicos exhortando a retirarse de los mismos, pero el coronavirus en este país no comenzó su brote en una plaza pública con artistas callejeros que se ganan el día a día juntando monedas.

Pareciera que fue necesario que hoy estén tosiendo 200.000 personas en el mundo para que comenzáramos a ver la crudeza del capitalismo, el coronavirus y su pandemia nos ha llevado a ver que estamos ubicado en una situación de emergencia sanitaria, pero el sistema capitalista nos tiene en una situación de emergencia de falta de humanidad, que demuestra que la lucha de clases por más que quieran decir que no existe, que no explica ni se ajusta ya la realidad o que ya ha pasado de moda, está más viva y presente que nunca y queda a la luz con esta crisis sanitaria que padece el mundo, crisis que golpea de manera directa en los puestos de trabajos, los derechos laborales, a los colectivos históricamente vulnerados en sus derechos y que el camino a la salida es la solidaridad y la unidad del campo popular en la lucha en defensa de los derechos y la emancipación del ser humano.

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